jueves, 22 de octubre de 2015

La broma de la avispa.

Una vez, cuando era pequeño, llegué a casa del colegio. Siempre he tenido la costumbre de entrar muy sigilosamente, por lo que muchas veces mi madre no se enteraba de mi llegada.

En la casa, cuando entraba, la habitación de mi madre estaba nada más entrar, a mano izquierda. La cuestión es que allí estaba mi madre, de espaldas a la puerta, en posición de defensa y con la escoba en alto y buscando nerviosa en todo el techo de la habitación, cual marine esperando la muerte a manos de un alien.

Extrañado, entro en la habitación sin romper el silencio y me situo a su espalda, y desde esa situación privilegiada, miro por el techo y descubro una avispa enorme de esas negras (avispas alfareras, creo que se llaman) que por aquel entonces eran mucho menos comunes.



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